Las vacaciones tienen dos posibles efectos en la pareja: pueden representar un paréntesis de los pequeños conflictos cotidianos que casi todas las parejas tienen, o pueden plasmar los grandes conflictos estructurales de la relación.
Para mí como profesional, hay dos indicadores clave: si la pareja pelea menos que de costumbre en vacaciones y las disfruta, o si la pareja pelea más.
Si nos discutimos menos en las vacaciones es porque estamos fuera del espacio donde se manifiestan los pequeños conflictos cotidianos de convivencia, tales como recoge tu ropa usada o quien baja la basura, situaciones que no se dan si estamos en un hotel, o porque, al estar más relajados, nos sentimos más benévolos y tenemos más tolerancia hacia los pequeños defectos de nuestra pareja. En este caso, recomiendo a la pareja que hablen sobre qué necesita cada uno para que este cambio positivo se pueda llevar a la vida cotidiana después del break.
Pero si nos discutimos igual o más es una señal de alarma, porque el día a día de la convivencia está tapando los conflictos. Cada uno está más centrado en su trabajo y sus quehaceres, y ahora, al estar todo el rato juntos, estos conflictos salen a la superficie y nos muestran con crudeza los problemas estructurales de la pareja. Por eso algunas parejas se separan después de las vacaciones, porque piensan que no tienen remedio. Yo recomiendo consultar con un profesional.
El darse cuenta del problema de pareja, por muy complejo y duro que parezca, también es una oportunidad de afrontarlo y de solucionarlo.